Weaving Threads of Reconciliation from Indigenous Memories

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Tejiendo Hilos de Reconciliación desde las Memorias Indígenas

La invasión de Europa en Abya Yala, es decir, América, ocasionó el genocidio más grande de la historia de la humanidad. Esta invasión sangrienta trajo consigo un proceso de colonización, ocupación y explotación de los pueblos indígenas. Esta dominación no ha quedado en el pasado, sino que se manifiesta por las colonialidades del eurocentrismo, evidenciándose en la homogenización, la cual sigue creando epistemicidio en los pueblos indígenas del Abya Yala.

Algunos piensan que es un hecho histórico del pasado, pero no. Es una realidad presente en la vida de los pueblos indígenas del Abya Yala. Y, de esta realidad que hemos contado, la iglesia evangélica no queda exenta.

Desde este marco, es urgente repensar, preguntarnos: ¿cómo la reconciliación y transformación desde los conflictos, desde los pueblos indígenas, no sólo es un diálogo entre las teologías cristianas y las prácticas de espiritualidades indígenas, sino que también tenemos que reconocer el contexto histórico y actual de los pueblos quienes han sobrevivido y resistido en medio de las violencias múltiples del colonialismo hasta hoy.


¿Por qué hablar de la violencia en nuestras comunidades indígenas?

Las miradas sobre las comunidades indígenas muchas veces traen un sesgo que no permite ver más allá de la romantización o una visión que construye un imaginario negativo hacia nuestra identidad. Por eso, no podemos caer en simples argumentos al creer que el término indígena es una categoría que alude al salvaje, agresivo o atrasado para resolver el conflicto. O simplemente pensar que las comunidades viven en total armonía.

Muchas de las violencias que se ejercen dentro de las comunidades son acciones que han tomado cuerpo a lo largo de nuestra existencia, algunos de ellos adoptando formas inhumanas, por supuesto, heredadas desde los tiempos coloniales. Mis antepasados usaron el cepo para castigar, un aparato para los colonizadores para torturar. Afortunadamente, ya ha sido abolido. ¿No nos queda entonces ver qué prácticas violentas tenemos que seguir enterrando?

Para mí, pensar en expresiones de paz que manifestamos como indígena no se trata de un documento firmado. Se trata de propiciar espacio de reconocimiento y diálogo para examinar esas prácticas que atentan con el buen vivir y la vida en comunidad. En ese sentido, nos corresponde como indígena invitar examinar nuestra historia y, escarbando el pensamiento de nuestra ancestralidad, podemos encontrar las bases para cambiar el curso de nuestra realidad que suele resolver la diferencia anulando el otro.


¿Cómo se entiende la violencia? ¿O qué se entiende por violencia?

Bueno, creo que en Guatemala, siempre lo que es la violencia específicamente en la capital: el robo y secuestro a muchas personas que son inocentes, que están haciendo bien o su trabajo, sufren violencia a manos de otras personas. La otra forma de violencia que noto en Guatemala en algunos pueblos, en este caso durante el conflicto armado interno que se dio, en el cual se manifestaron actos de crueldad, desprecio a la vida y a la dignidad. Durante este conflicto, muchos abuelos murieron por ejemplo sin estar involucrados en el conflicto.

¿Cómo se entiende la paz, la reconciliación, el perdón o actos o rituales que lo representan? Una forma de reconciliación o perdón fue lo que se dio el 29 de diciembre de 1996 cuando se llevó a cabo en Guatemala la firma de la paz. Otro ritual que sucedió este año 2020 en enero fue cuando el presidente con su equipo visitó a San Mateo Ixtatán para hacer el lanzamiento de la política de gobierno para impulsar el cumplimiento del acuerdo para la paz y el desarrollo en San Mateo. Acuerdo para la paz y el desarrollo se traduce como “Lajti’ yik junk’olal yet’ yel t’a sat.” Para los chujes, la paz se traduce: “junk’olal.” Entonces, “Lajti’ yik junk’olal” es como acuerdo entre dos partes o entre dos personas.


Estas memorias dolorosas que atraviesan nuestros cuerpos territorios no sólo evidencian la falta de comprensión del evangelio de manera holística, sino que también lastiman el corazón del ser de los pueblos indígenas, ya que la espiritualidad de los pueblos indígenas está alimentada con la relación de Nabgwana, es decir, el corazón de mamá y papá – la tierra. Esta ruptura entre la espiritualidad indígena y la cristiandad colonial tratando de imponer su forma de entender a Dios: lo que provoca es que haya una falta de comprensión del evangelio de Jesús y, por lo tanto, una reducción de nuestra convivencia con los otros seres vivientes que habitan en la tierra.

Además, la propuesta de los pueblos indígenas nos invita a que podamos tener una vida en armonía en relación con todas y todos. Por lo tanto, por estas razones y otras más es importante escuchar las voces de los pueblos indígenas y escuchar cuáles son las posibilidades de encuentro y de reconciliación que encontramos a partir de estas memorias.


Ya hablando en el ámbito cristiano, cabe reconocer que las iglesias han tenido un acercamiento desde esos imaginarios negativos, y ese lenguaje ha generado diversas rupturas donde los pueblos indígenas también han tomado acciones en defensa de la cultura. Pero ¿estas acciones son de acuerdo a nuestro pensamiento ancestral? ¿O acaso las acciones dominantes, acusadoras de muchas iglesias es de acuerdo al mensaje del evangelio?

Pienso que, como indígena, debemos perder ese miedo por el otro, dejar de ver al otro como una amenaza y comenzar a vivir las bases fundamentales de la comunidad desde nuestra creencia y desde nuestra cosmogonía. Esa responsabilidad también recae en las iglesias externas, ya que, sin querer, han generado conflictos – en algunas ocasiones, más ruptura que unidad.

Tanto el mensaje que trae el evangelio, al igual que los saberes ancestrales, es una invitación a una vida plena en armonía con el prójimo y con el entorno. En eso radica creer sobre todo creer que podemos hacer un entorno de paz.


Apelan al vivir en armonía, restaurar y conciliar de años principios básicos de los pueblos originarios para hablar con justicia. No se puede estar bien si mi hermano no está bien, y mi hermano representa la creación entera. Se cree fielmente la bondad de las personas, pero se reconoce sus egoísmos y sus codicias individuales. También, al ser sujetos que viven en relación social y se relacionan en comunidad, es importante buscar el equilibrio en las relaciones como objetivo primordial para el suma qamaña, partiendo del principio de la reciprocidad, respetando al otro. Es nuestra esperanza el no bajar los brazos, pues el Jacha Uru se está acercando.


No podemos hablar de una teología de la reconciliación desde la realidad indígena y la descolonización si no hay acciones concretas. La descolonización no es un mero acto académico intelectual, sino que se basa en acciones concretas.

Como dirían mis abuelas, abuelos gunadules: desde el canto de la hamaca, desde el corazonar, donde también reconocemos que este camino de reconciliación, necesitamos ser sanados, sanadas, y podemos ser sanados y sanadas desde el lamento, desde el dolor, desde el reconocimiento del otro, pero también desde el evangelio de Jesús.

El libro de Efesios nos propone una iglesia intercultural donde se incluye las mujeres, los gentiles y los esclavos en un contexto de Asia Menor de homogeneización y de globalización donde los poderes imperantes del mal querían someter a los demás. El evangelio de Jesús nos propone una mirada intercultural donde todas y todos tenemos espacio para el diálogo, pero una propuesta política eclesial que nos ayude a reconocer las teologías indígenas y nos ayude a reconocer el rostro indígena de Dios como camino de reconciliación, encuentro donde necesitamos escuchar las voces de los pueblos indígenas del Abya Yala como una propuesta pedagógica, metodológica, pero, sobre todo, teológica que surge del corazón de la gran madre y del gran padre. Es decir, del corazón de Dios.

Habiendo escuchado un poco sobre la historia, las memorias que plantean nuestras hermanas y hermanos, queremos dejarles estas preguntas para seguir el camino de la reconciliación, reflexionando y corazonando con y desde los pueblos indígenas del Abya Yala

  • ¿Qué significa ahora tener los actos, acuerdos o rituales de reconciliación si, al final, los pueblos o pueblos indígenas con quienes los hacen siguen siendo abatidos o estando abandonados?
  • ¿Cómo hablamos en términos teológicos sobre la relación de nuestros pueblos indígenas con la tierra mientras los cuidadores originales de este continente son alejados de la tierra, y fuerzas explotadoras practican medidas tan severas que producen la degradación ambiental, desplazamiento económico, e inestabilidad que llevan a la desintegración social?
  • ¿Cómo reconciliar el cristianismo occidental de su alienación de la Tierra?
  • ¿De qué manera podemos trabajar reconociéndonos como parte de la comunidad de seres vivientes quienes dependemos unos de otros? Y, por lo tanto, la destrucción e impacto de la Tierra nos afecta a todos y todas, y, de manera particular, a los pueblos indígenas.

Para que la iglesia realmente lidie con la historia y lucha de los pueblos indígenas para mantener su sobrevivencia y su integralidad cultural frente a la invasión colonial y la opresión, tenemos que empezar a escuchar sobre las memorias que están presentes en las narrativas de los pueblos indígenas. De esta manera, acercarnos a escuchar, solo como un primer paso después del arrepentimiento, porque, cuando escuchamos, descubrimos que la misma historia continúa hoy en las vidas de los pueblos indígenas.

Los actos de reconciliación tienen que ser formados por el reconocimiento de los hechos históricos, leyes y prácticas que han creado el ambiente en el cual viven los pueblos indígenas hoy. Ellos y ellas luchan con las realidades históricas que siguen dirigiendo y controlando sus vidas de varias formas, pero reconocemos que la Ruah, la espíritu de Dios, sopla en el Abya Yala, trayendo nuevas formas de liberación.

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